02.DIC.20 | PostaPorteña 2168

CORONAVIRUS, EL MIEDO Y LA CUARENTENA DE SITIO:

Por RevistaLaMaza

 

UN ANTICIPO DE LA NUEVA BARBARIE CAPITALISTA

 

Desde principios de marzo el mundo parece haber entrado en un escenario de guerra internacional, en el que todos los partidos políticos de la burguesía, liberales o estatistas, coinciden en aunar esfuerzos para derrotar al nuevo enemigo y en reclamar el rol central del estado como jefe único e indiscutible de esta guerra, con poderes de excepción y con derecho a vigilar y controlar hasta lo más íntimo de la vida privada de sus ciudadanos. Lo hacen en nombre de la salud pública amenazada por el COVID 19 y cumpliendo “ordenes” precisas de la OMS, los laboratorios, las academias médicas y las ONG de la aristocracia globalista

Revista La Maza  dic 2020

En nombre de esa guerra se declara, país tras país, un virtual estado de sitio disfrazado de cuarentena, controlado por fuerzas policiales o militares y digitalmente monitoreado, se restringen las garantías individuales y las libertades constitucionales y quedan en suspenso –nadie sabe hasta cuándo- derechos democráticos, sociales y laborales conseguidos en más de un siglo de lucha. Las empresas despiden dotaciones enteras de trabajadores sin reconocer derecho alguno a indemnizaciones o preavisos; otras les rebajan sus sueldos o los suspenden hasta donde les parece posible hacerlo y hasta los clubes de futbol imponen austeridad a sus astros. En tanto policías y gendarmes interrogan y detienen a millones de ciudadanos sospechosos de “colaboracionistas” con el enemigo viral al violar la prohibición de salir de sus hogares, ahora transformados en lugares de reclusión, “prisión domiciliaria” de pueblos enteros.

Los millones de humildes, los precarizados, los vendedores ambulantes, los trabajadores del día al día y de peso a peso, los inmigrantes y la ciudadanía toda han sido encerrados en sus villas o barrios pobres, convertidos en guetos cercados por gendarmes, estigmatizados, sin un peso y sin asistencia de ningún tipo y con la sola alternativa de humillarse en las colas de la caridad pública o en un comedor popular. Los pequeños negocios y empresas caen, uno tras otro, en la bancarrota

Y, con la misma eficacia que el virus, el avance totalitario se extiende, con extraña y sorprendente uniformidad, por todo el planeta, desde los estados y gobiernos más patéticos hasta los más sofisticados. Todos aprovechan esta inmensa oportunidad que les da el virus, agigantan sus sangrientas banderas, atemorizan a los pueblos y sacan a las calles a sus tropas o ingresan a los hogares con sus modernas técnicas de espionaje que todo lo vigilan, como en China.

Se retoma, así, con una excusa pretendidamente noble –la defensa de la salud pública- la urgente tarea de construir estados autoritarios y antidemocráticos que la crisis crónica del capital y la inminencia de su estallido exigen. Porque esa es una de las metas del plan pandémico elaborado por los amos del mundo. Por eso es que todos actúan al unísono, como si siguieran una guía de instrucciones acordada previamente y cuidadosamente ocultada a los pueblos. El gran enemigo público y el terror que su presencia ocasiona son imprescindibles para ganar acólitos y aceptación social al autoritarismo y la pérdida de derechos y para ir acostumbrando a los pueblos a lo que llaman “nueva normalidad”, o sea las sociedades esclavizadas que nos proponen. Cuanto más grande sea el enemigo viral, más poderosos se lo tema, más extendido se lo crea, más fácil será conseguir conformidad social –sobre todo de las clases medias reaccionarias- a la presencia de las fuerzas del orden en las calles y a la conculcación de derechos y garantías. El miedo al enemigo invisible, invalorable herramienta de opresión, se potencia con las imágenes de cadáveres apilados en las morgues de los hospitales y con la ayuda incondicional de los medios de difusión alineados, casi con uniformidad, con los mandatos del sistema global. Una población aterrorizada avala y aplaude a los que siempre considero sus enemigos, el complejo policiaco-militar-gendarme, ahora disfrazado de personal sanitario.

Una nueva y aggiornada versión de las teorías del biopoder, la instauración de una inédita “biocracia” que Foucault y Agamben estudiaron en profundidad, está en marcha, inesperadamente avalada por quienes serán sus propias víctimas. Ese es el proceso que, a la sombra de la amenaza de la pandemia de coronavirus, se está desarrollando ante nuestros ojos en todo el mundo. Las cifras que nos tiran los medios de difusión del régimen son tan aterradoras, (miles y miles de infectados, miles, también, de muertos) como fuera de contexto, comparación, verificación y análisis. Se reproducen fotos de cadáveres insepultos, se exageran las cifras de infectados y muertos, se ocultan la edad y las comorbilidades (enfermedades serias previas) de las víctimas, se ilustran los titulares con hospitales saturados y féretros amontonados…

Aparecen como hongos después de la lluvia médicos, científicos, directivos de academias, lobistas de laboratorios y cuanto chanta disfrazado de sabio anda por la vida, con escasos laureles pero con mucha avidez de notoriedad y prebendas, dispuestos a justificar cualquier medida que vaya en el sentido de las restricciones y las cuarentenas marciales como única alternativa terapéutica. Ellos saben que lo que se está jugando es algo mucho más grosso que una pandemia y quieren participar del lado de los supuestos ganadores.

Los “especialistas” alineados con la verdad oficial se dedican a demonizar a los que se atreven a cuestionar este rumbo, a denunciar a los que violan la cuarentena, a perseguir a los humildes que en la disyuntiva de “infectarse” de la gripe o morir de hambre, se animan a salir a las calles a buscar una changa o un pedazo de pan. La verdad no importa, la recompensa vale la pena y las academias cierran filas contra los herejes. La gente se encierra, la soledad segura de las cuatro paredes de un departamento de clase media elimina la riesgosa solidaridad de los espacios públicos, la supuesta asepsia de una mascarilla de vulgar friselina suprime la sonrisa amistosa.

El pueblo ya no debate, ya no hay discusiones públicas y en las calles nadie se habla. El ágora ha sido proscripto. Apenas se nos informa y notifica por los medios afines al régimen, aquí y allá, en todos lados, sobre lo que el poder reforzado por la crisis y legitimado por los miedos ha decidido que debemos saber y sobre nuestro destino, libertades y patrimonio. No llama la atención que sean escasos los medios y las opiniones independientes, con verdaderas trayectorias científicas y esclarecidas mentes que aporten verdadera información –y no basura-, estadísticas serias, estudios comprometidos con la verdad y no con los intereses políticos y económicos hegemónicos. Y no sólo son escasos, sino, en primer lugar, sistemáticamente despreciados y estigmatizados, relegados a supercherías, curanderismo o pensamiento anti científico y mágico, aun cuando provengan de los más ilustres epidemiólogos y virólogos del mundo o de instituciones que han construido su prestigio en décadas de investigación independiente o de reconocidos filósofos que intentan comprender la situación. Como en toda guerra (y ésta lo es!) la primer víctima es la verdad. Pero no importa, la recompensa vale la pena y las academias cierran filas contra los profanos.

Giorgio Agamben se vio tachado de nazi y retrógrado por haber manifestado su descreimiento sobre el alcance de la pandemia y esbozar su opinión crítica sobre lo que cree hay detrás de estas cuarentenas, expropiatorias de derechos y garantías, que han generalizado, con diligencia sospechosa, todos los gobiernos. El Dr. Didier Raoul, uno de los virólogos mejor reputados de todo el mundo y a cargo del instituto especializado en virus más calificado de la U. E., el de Marsella, ha sido denunciado como propagador de brujerías y curas mágicas, cuando sostuvo que un simple y barato remedio contra el paludismo podía destruir el covid, más aun cuando expreso su desconfianza ante la supuesta magnitud de la pandemia. La misma suerte corrieron todos los que se atrevieron al virus usando remedios convencionales, baratos y, peor aún, muy eficaces!! Pero la caza de brujas no se detiene. El reconocido virólogo argentino, radicado en Francia, Pablo Goldschmidt, tuvo el atrevimiento de decir que “este tipo de enfermedades no merecen que el planeta esté en un estado de parate total” y exponer las falacias de las aterradoras curvas y pronósticos sobre contagios y mortandad, elaborados por el Imperial College de Londres y avalados por la OMS, que predecían un saldo de víctimas mortales del orden de decenas de millones de seres humanos.

Por eso, ante tanta información manipulada y tanta censura hacia los críticos, se impone, en primer lugar, analizar si la razón esgrimida, el ataque viral, es realmente un enemigo tan tenebroso y tan poderoso, casi apocalíptico, como para justificar y legitimar el discurso hegemónico y el anuncio de que una nueva y terrible época ha comenzado para la humanidad. O si sólo es una monstruo de papel mache con altavoces, como el Mago de Oz, diseñado para asustar a los más débiles, doblegar naciones e imponer sus oscuros planes de un gobierno global que controle toda nuestra vida, como ya lo hacen los dictadores chinos

A fines de noviembre, casi un año después de su aparición el COVID ha causado la muerte de algo más de un millón trescientas mil personas y se supone que otros 53 millones fueron infectados. La cifra parece terrorífica –toda muerte tiene su cuota de dolor- pero cuando se compara con otros datos estadísticos aparece como una cuestión muy alejada del terror que origina. En el mundo mueren diariamente 160.000 personas, unos 55 millones de decesos anuales, lo que ubica la mortandad por COVID en el 2% del total de fallecidos por las más diversas causas.

Basta señalar que por enfermedades cardiacas mueren 27 millones de personas todos los años, 8 millones por cáncer, 4 millones por enfermedades respiratorias, 3 por diabetes y así podríamos seguir y variamos que el tenebroso COVID de los globalistas y la OMS no va, precisamente, primero en el ranking de asesinos. Por otra parte –y aunque ahora es sistemáticamente silenciada- la edad de los fallecidos por COVID es de un promedio de 80 años y casi todos desarrollaban serias enfermedades previas. Resumiendo: el COVID ha ocasionado la muerte de sólo el 0,02 % de la población mundial, ha contagiado apenas al 0,6% de la misma pero su nombre sirve como gran excusa para justificar la instauración de un universal régimen policiaco y de miseria.

Entonces, si su dimensión aparece muchísimo más acotada de lo que se nos pretende hacer creer, la pregunta es por qué está sucediendo esto? Por qué la militarización de la vida civil, por qué los estados de sitio disfrazados de cuarentena? Por qué el autoritarismo en auge?

Tan sospechoso como eso es la reiteracióna de las autoridades en la afirmación falaz de que el COVID no tiene cura y que la única esperanza es la vacuna. Falacia por donde se la examine pero que expone el objetivo central del plan de la OMS, sus ONG y los laboratorios: vacunar a todo el mundo con una dudosa vacuna que aun ni siquiera existe. Sin embargo hay una larga lista de medicamentos probados y eficaces -por eso son tantos los recuperados- para derrotar al virus. Claro que no hay remedio -ni vacuna- que pueda salvar a pacientes de 80 años que llegan al hospital con diabetes, hipertensión arterial, problemas cardiacos, sobre peso y, además, con COVID. Y ese es el perfil del 90% de los casos críticos y fatales en todos los sistemas de salud.

Y ahí estamos llegando a uno de los problemas centrales, el de las vacunas y, sobretodo, de los vínculos que existen entre los laboratorios, las ONG pro-vacuna (Bill y Melinda Gates, Open Society de Soros y otras) y la OMS, que actúa como Comisario de Sanidad y Vacunación Universal.

Que hay detrás de la campaña para lograr esa vacunación? Sólo intereses económicos en un negocio sideral? O hay una confluencia de otros intereses que apenas podemos intuir? Porque hay una coincidencia universal de los gobiernos y los poderes facticos en vacunar a todos los pueblos aunque ni siquiera hay una sola vacuna aprobada? No lo sabemos, lo que sí está claro es que las coincidencias, sobre todo cuando son tan generalizadas, no son fruto del azar. Tampoco deja de llamar la atención el hecho de que cuando las cuarentenas empiezan a ser cuestionadas por los pueblos, se multiplican los contagios y sorprende la irrupción de la vacuna.

Lo que parece innegable es que la oligarquía plutocrática que maneja el poder global, por dentro y por encima de los estados, está utilizando la supuesta pandemia para poner a prueba la capacidad de resistir de los pueblos a un cualitativo avance de la opresión. El capitalismo que conocemos, el que gobernó con cierta institucionalidad, derechos y regímenes más o menos democráticos, se ha agotado y ya no es capaz de contener las crecientes demandas sociales. Y no admite reformas progresistas. Para la aristocracia del dinero global se impone buscar nuevos rumbos, nuevas institucionalidades, nuevos marcos para mantener sus privilegios.

Y, claro, esos horizontes implican la barbarie para gran parte de la humanidad y la desaparición física de ese tercio al que Bill Gates, despectivamente, califica de “demandante-no productivo”, el que consume recursos finitos que están predestinados para la oligarquía y su sequito.

Más de diez millones de trabajadores ya acudieron al seguro de desempleo en EE.UU. y otro tanto quedaron sin empleo en la U. E. La reducción de empleos, la caída de salarios, la destrucción de leyes y regulaciones laborales, la eliminación de buena parte del capital productivo, la absorción de empresas por los grandes capitales usurarios, la inflación galopante que la inmensidad de la emisión monetaria del salvataje en curso ocasionará configuran un escenario de tremenda conflictividad social cuya responsabilidad, inherente al modo capitalista, ahora le será adjudicado a la oportuna acción de un miserable virus. La crisis más violenta de la historia moderna no será fruto directo del accionar destructivo del capitalismo sino de los murciélagos y sus virus!!

Es claro que lo que está sucediendo ante nuestros ojos no es una “guerra” contra el covid sino los ensayos y las maniobras preliminares que están llevando a cabo los explotadores para una verdadera guerra. Es una guerra de nuevo tipo, no es un conflicto entre países, sino la guerra de la plutocracia global contra los pueblos del mundo y la soberanía de sus naciones para imponer una inédita gobernanza aristocrática global, la de ellos. Por eso es una guerra incomparablemente más cruenta que las guerras tradicionales, pero su origen es el mismo: el dinero y el poder.

Las fuerzas globalistas están intentado imponer, desde las ruinas del capitalismo, un NUEVO ORDEN CAPITALISTA MUNDIAL que, por fin, se desprenda de cualquier fachada democrática y que pueda prescindir de regulaciones, derechos, garantías y leyes, que pueda imponer a nivel universal el panóptico digital que ya utiliza exitosamente la dictadura china. El capitalismo aún está perplejo por las enormes y generalizadas movilizaciones que se dieron en todo el mundo en los últimos años, sobretodo en su mundo, en las metrópolis. Aunque fueran silenciadas por su prensa, no fueron pasadas por alto por sus analistas. Esas protestas presagiaban escenarios de guerra social en las propias metrópolis y transformaban en inviables los viejos recursos para salir de la crisis. El “holocausto” del CV parece hecho a la medida de sus necesidades: puede justificar la miseria que viene y ocultar que esa miseria es lo único que puede ofrecer este capitalismo crepuscular a la humanidad.

Pero el CV también justifica la recreación de estados autoritarios, la legitimación de fuerzas represoras, conculcación de derechos y garantías, imprescindibles para enfrentar la inevitable reacción de los oprimidos y configurar una nueva y bárbara forma de gobierno universal. Es muy probable que al final de este proceso debamos decir que el virus fue infinitamente más benévolo con nuestra salud que la cuarentena con nuestras libertades y derechos. También es probable que descubramos que el CV fue un gran caballo de Troya, un terrible engaño para destruir no ya a un antiguo reino por un problema de polleras sino a los escasos derechos que aún conservaban los oprimidos del mundo e, incluso, a buena parte de ellos mismos.

Los atacantes, los mismos de siempre, los mercaderes expulsados del templo ahora disfrazados de agentes sanitarios, están saliendo de su artificio de madera y comienzan su ataque contra una población aterrorizada a la que intentaran sumergir en el fondo de la miseria para hacer resurgir su reinado, desde el crepúsculo de sangre, barbarie y mierda en el que está. Después, si triunfan, el mundo ya no será el mismo y, muy posiblemente la humanidad haya dado un nuevo, enorme y terrible paso hacia la destrucción de la civilización. Esa es la verdadera guerra en curso. Esta es la guerra que vamos a librar en las próximas décadas


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