07.AGO.18 | Posta Porteña 1934

Cuando el Dr. Frankenstein desconoce a Frankenstein

Por Regino M.

 

Sobre la violencia (1)

 

Cuando son analizados los vínculos entre la pobreza y la violencia como prolegómeno para la delincuencia, cierto relato suele repetirse en los bienes pensantes de la prensa y sus repetidores. El relato dice a grandes rasgos que un gran sector de la sociedad ha sido abandonado por los organismos del Estado que debían ocuparse de él.

Dichas personas no consiguen trabajo y siendo éste el centro de la existencia, algunas pasan a delinquir. Un factor que alimentaría el nacimiento y la reproducción de la cultura delicuencial sería la guetización cada vez mayor de la sociedad.

 La incapacidad de la integración de estos sectores, entonces, estaría unida al crecimiento de un ethos antisocial y anti-comunitario.

Los guetos son denunciados por lo menos desde los noventa y son ciertamente una realidad en el territorio, en ellos se piensa cuando se habla de fragmentación social. Pero el relato falla al no analizar los vínculos de esos guetos “marginales” con la cultura, llamémosle mayor, que es propulsada constantemente por instituciones, empresas estatales o privadas y los medios de comunicación masiva.

El mercado y el Estado co- administran la producción de subjetividad pero sus defensores no tienen interés en debatir su responsabilidad con los sujetos guetizados.

Varios de los supuestos del relato predominante deben ser puestos en cuestión.

Por ejemplo:

1. Los intereses de las instituciones estatales son diversos y hasta opuestos a las de las (otras) empresas del mercado

Este hecho se desploma al mirar a vuelo de pájaro nomás la propaganda y el mutuo apoyo entre empresas privadas y estatales.

La paridad de lógicas de funcionamiento y los procedimientos de las empresas e instituciones estatales y privadas no tiene verdaderamente diferencias.

Las instituciones estatales comparten lenguaje, objetivos generales e intereses con las privadas, aunque muchas se nieguen a aceptarlo. Suele decirse que justamente los objetivos son lo diferente pero cuando éstos están subsumidos a una lógica común de consumo es sólo palabrería.

La “empresarización” estatal no es un proceso aislado ni de la mercantilización de la vida ni de la apropiación y sustitución del Estado de todos los vínculos sociales. El capitalismo financiero depende de estos cambios en el Estado para no tener que retroceder en sus objetivos

2. El gueto es lo aislado.

Cualquiera encontraría inmediatamente en el cante el ABC del ethos capitalista a su máxima potencia. De hecho, es esa potenciación de los modos capitalistas lo que tensa la relación con las normas de la pasividad y la domesticación. Todos los valores capitalistas difundidos constantemente están presentes en esos guetos tan en crecimiento. Un ladrón es un financista impaciente, dijo Barret.

Al parecer, la felicidad debe vincularse obligatoriamente con la mercancía pero las formas rápidas sólo les están permitidas a los ricos

La clase media quiere, pero no se salta las reglas y por eso se considera la representación misma del ciudadano. El gueto no es contrario a los mandatos del mercado, apenas está en tensión con ciertas reglas.

3. El vínculo del gueto con el Estado no es de carencia sino de funcionalidad.

Es cierto, es una funcionalidad tensionada, pero es funcionalidad. Si cierta domesticación más ciudadanísta no ha triunfado en los guetos sí la subjetivación capitalista en general. Competir, ser en tanto se tienen objetos y fragmentarse con la ilusión de una felicidad continua son mandamientos para los fanáticos de la religión predominante

4- El gueto no carece de valores sino que ha asumido los valores que se difunden diariamente por los medios masivos de comunicación

Que los defensores del orden desconozcan el origen del monstruo al cual están directamente relacionados actúa como un olvido interesado. Se impone el mandato de comprar y competir pero luego se esconde la mano. Las instituciones no son contra-instancias que pueden crear otro tipo de sujeto sino que intentan solamente cercenar y encausar al mismo tipo de sujeto de consumo. La estupefacción de muchos progres y gente linda del gueto social democrático ante la cultura del delincuente es cómica. Es la misma ignorancia que han sabido mostrar en otras situaciones como por ejemplo en la queja de que los pobres se compran teléfonos con la plata del MIDES.

El no entendimiento de las necesidades creadas y potenciadas por el capital, de los valores (y no su falta) introyectados en nuestros barrios sólo corona el cinismo actual.

Nuestra intervención debe apuntar a la recreación de la vida social desde valores antagónicos al dominio. Arrebatarle sin tapujos al Estado su colonización, lo cual significa enfrentar al Capital, sus supuestos y lo que sucede a partir de sus supuestos pero no porque sea una lucha abstracta, una batalla cuyo único medio es la razón. La lucha contra la dominación debe dirigirse donde el Poder se concretiza, entendiendo que éste ya no reside principalmente en los centros de la política sino en las estructuras que posibilitan su logística

 Actuar localmente y pensar globalmente

 

Sobre la violencia (2)

 

“La violencia de todos los niveles de los adolescentes está hecha a la medida del silencio de los adultos” Alessi dell’Umbria

Uno de los fenómenos que tenemos que incluir en él ya tan mentado aumento del nivel cualitativo y cuantitativo de la violencia subjetiva, es el del alzamiento de varias personas en barrios como el Marconi, Malvín Norte o recientemente en varios del interior.

En respuesta a la policía en todos los casos, personas marginales han salido a expresar su bronca atacando primero a los agentes del orden, y luego a todo lo que pasaba y seguramente no identifican como propio. Según la policía, los ataques se explican por el vínculo de los narcos con el resto del barrio

La realidad, en cambio, muestra otra cosa, personas de diferentes edades e intereses se han solidarizado con sus vecinos luego de algún asesinato, detención u ocupación de parte de la policía en su barrio. Indudablemente el narcotráfico existe pero (todos) los que bancaron la parada no eran sus soldados.

La banda no es la comunidad

“Los narcos quieren disputarnos el Estado” dijo la ministra Arismendi, posicionándose claramente como una banda entre otras en búsqueda de mantener el dominio poblacional.

 También escuchamos decir en los “análisis” de los bien pensantes que los vándalos son sólo una pequeña parte, que también hay gente trabajadora y respetuosa de la ley en los barrios “de contexto”. Si bien es cierto, los agitadores son una parte pequeña del barrio, estos expresan la frustración general consecuencia de un prolongado proceso de ataque capitalista

Así mismo, los pibes de los barrios expresan en su sistemática violencia, en su agresividad, machismo y competencia la educación que les da la tele, el internet y que el encierro de la escuela (a tiempo completo o no) apenas atempera.

Las bandas que han comenzado a asolar a los vecinos representan tanto la anomia social como también la norma estatal en su versión más cruda.

Son la consecuencia de la derrota social, el debilitamiento de los barrios frente al avance de la colonización estatal capitalista de todos los vínculos.

 Los átomos huidizos, siempre insatisfechos, desvinculados de sus mayores y de cualquiera que no sea su reflejo, van buscando llenar un vacío cuyo origen se encuentra en la propia estructura social.

La banda, el grupo, enfrentada al “gil trabajador”, a “los palomas” del barrio, no es una comunidad, carece de heterogeneidad mínima y de un apoyo real entre sus miembros. Los grupos en general potencian ciertos modos inmediatistas de consumo, competencia y vínculos utilitarios.

 No significa que no se encuentren trazas de solidaridad y otros sentimientos reales de empatía en ellos pero el vínculo está determinado por el interés.

 Sin embargo, a esta definición le escapan algunas personas y un sentimiento común puede encontrarlas en la calle empujando a la policía de su zona.

 En el Marconi todo comenzó con el asesinato de la policía de un joven, en Malvín Norte por una detención y en La Esperanza (Salto) por la ocupación y el acoso.

El problema principal es que para estas mafias en vías de desarrollo los otros, gracias a un sinfín de roturas generacionales y vínculos cooptados por el mercado, se han convertido sólo en víctimas potenciales o competidores. En este contexto, también el enfrentamiento con la policía debe ser entendido como un escollo de la propia competencia, alguien más con quién disputarse el territorio o que impide el negocio.

El lado más siniestro del nuevo uruguayo

El auge de los commodities trajo un aumento del consumo y de la lógica propia del capitalismo financiero en toda la región.

Todas las justificaciones y esperanzas puestas en el mercado pudieron verse con claridad en una gran embestida publicitaria que acompañó el crecimiento de la compra y el crédito.

 La publicidad inventó un nuevo concepto desde dónde entender el fenómeno: el nuevo uruguayo. Luego del 2004, la izquierda del capital se convirtió en la gestora del auge financiero asegurando dos cosas fundamentales, primero, la proyección de varios planes de reestructura para fomentar un nuevo tipo de saqueo, y segundo, la cooptación de todo empuje social a como diera lugar.

Varias fracciones de la sociedad entraron en una nueva dinámica consumista mientras que otras, las mismas de siempre, debían conformarse con las migajas.

Todos los indicadores de este “nuevo” tipo de sujeto o ideal de sujeto eran indicadores de hábitos de consumo, acceso a bienes y crédito. La destrucción de la vida barrial, de los vínculos menos mediatizados había dejado aún más desprotegidas a las personas frente al bombardeo de los medios masivos de comunicación.

 Los más pobres, además, serían los más dañados

Los que habían sobrevivido a la pasta base caían frente al influjo de las bases nuevas, la moto y el play. Una trampa substituye a otra y aunque todas tuvieran el mismo ideal, el negocio no les daba las mismas oportunidades a los nacidos de un lado u otro de avenida Italia.

 La otra cara de los shopping para pobres como el “nuevo centro”, era la reinstauración de la razzia bautizada ahora como mega-operativo y luego PADO. El escalón disciplinario no desaparece nunca, cuando la seducción no es suficiente, el Estado siempre mantiene sus otros métodos.

La recuperación izquierdista para el mercado

El ejemplo paradigmático de la violencia subjetiva hoy son los ataques a los vecinos en la calle y a los pequeños comercios. Inmediatamente dos razones saltan a la vista: primero, es más fácil darle a un pequeño comercio o a vecinos indefensos, y segundo, ningún freno social desalienta hoy la “la guerra de todos contra todos”. El modo empresa se ha impuesto finalmente en los barrios. No hay comunidad sino bandas.

Algunos sectores de la derecha, y poco a poco los descorazonadas progres, se lamentaron de “la pérdida de valores” invocando un pasado idealizado, nacionalista y muy conveniente a los intereses estatistas.

De lo que nunca da cuenta el relato es de la transformación casi necesaria de los vínculos tras la mayor imposición de valores capitalistas en la sociedad. Según el poder, por un acto casi mágico la sociedad dejó de ser respetuosa y solidaria.

Últimamente, además, para los gestores, la defensa de la sociedad conduce a repensar instituciones como la iglesia, la educación estatal y ahora los milicos. Una vez más el problema vuelve a presentarse como la solución.

El progresismo intentó intervenir en las relaciones sociales pero sólo reelaborando la competencia y el consumo convirtiéndose así en el perfecto continuador de la tarea hecha por la dictadura.

 Su idea de integración fue la de la integración al mercado y la generalización de la lógica utilitarista.

Si la dictadura cívico-militar había destruido varios vínculos sociales acabando con la resistencia y sus ecos, la Democracia religó los lazos desde y para el mercado

 La idea de seres aislados, unidos sólo en el consumo terminó siendo potenciada luego de la apertura democrática. La llamada crisis del 2001 colaboró en la destrucción de los vínculos y finalmente el progresismo desde el 2004 agudizó la fragmentación ya existente. Cuando hubo más crédito y más dinero, gracias al auge de las materias primas, las personas hicieron aquello que les habían inculcado, desear objetos brillantes y separarse de aquellas con los cuales ya no tenían vínculo alguno: sus vecinos.  

La confrontación necesaria

Hoy asistimos al quejido insoportable de las clases medias, al miedo de los ricos y al pavonearse miliquero de las políticas que buscan su deseada estabilidad para seguir explotando.

El proceso uruguayo no es único aunque tenga sus particularidades. La “crisis” de los últimos años no ha disminuido ni un poco el crecimiento acumulativo del capital.

Los sujetos solos y aislados son la necesidad misma de un sistema basado en la competencia y la utilidad. Entendiendo el proceso de fragmentación social como un proceso histórico de dominio capitalista, un ataque frontal del Estado a otras maneras de vivir, podemos empezar a despejar ciertos relatos mágicos.

Los pequeños alzamientos en los barrios sí tienen que ver con nosotros. La violencia que sufrimos en nuestras calles hoy es consecuencia y también parte de la violencia estructural.

Suele negarse la crítica al sistema diciendo que se evita tratar los problemas urgentes. El “cortoplacismo” lleva hoy a evitar realmente las soluciones.

Quien quiera ir un poco más allá entenderá que si bien el diagnóstico debe ser amplio la intervención debe ser local.

No estamos desnudos o indefensos aunque el panorama no sea el mejor para la intervención real y profunda. La empatía por los otros como hemos visto, aunque le parezca algo ajeno a cierta clase media fuertemente ensimismada, aún existe.

Nuestra labor es entender para actuar y actuar para entender.

 Varios procesos que apuestan a potenciar las capacidades auto-instituyentes han crecido en los últimos años, varios atisbos de dignidad aún persisten.

 O sea, tenemos en donde basarnos tanto para pensar como para actuar. La tarea es urgente. Los vínculos pueden rearmarse desde otra lógica, simplemente debemos ser responsables. Es necesario asumir que la intervención conlleva ineludiblemente enfrentamiento. No hay soluciones simples ni llegarán desde las alturas, alturas que justamente se benefician con nuestros problemas.

Sin cortar con el sistema de raíz nada real podrá hacerse.

Sin destruir los moldes y moduladores que producen nuestra realidad no podremos construir otros modos de ser basados en la reciprocidad, la libertad y el respeto. Debemos proyectarnos a mediano y largo plazo pero listos para el todo y ahora, una característica de la actualidad es la imprevisibilidad.

Sin empezar ahora no habrá tiempo. En eso estamos.

Regino M.


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